CAPITULO 2
Debía de ser martes, ya que el profesor de historia llevaba su camisa color salmón. Odiaba esa camisa… Nos estaba explicando no sé qué memeces sobre Alejandro Magno y yo solo tenía ganas de que acabaran las clases y poder por fin largarme de aquel antro.
Debía de ser martes, ya que el profesor de historia llevaba su camisa color salmón. Odiaba esa camisa… Nos estaba explicando no sé qué memeces sobre Alejandro Magno y yo solo tenía ganas de que acabaran las clases y poder por fin largarme de aquel antro.
Yess me estaba mirando, lo notaba, como compadeciéndose de mí. A decir verdad era mi única amiga, tanto dentro como fuera de la escuela. Nunca he tenido facilidad para hacer amigos.
De repente un grito atravesó el aula de punta a punta.
-
¡Señorita Herrera! ¿Quiere hacer
el favor de despertar? - Exclamó el profesor con una expresión de estar
bastante enfadado. La vena de su frente parecía que le iba a reventar de un
momento a otro. Litros y litros de sangre atravesaban esa vena por minuto y eso
solo ocurría cuando se encontraba muy molesto.
De repente noté todos los ojos de la clase clavados en mí.
-
Ya que parece que se sabe tanto la
lección, ¿Por qué no sale a la pizarra a leer un fragmento del libro? -
Continuó en un tono algo más sosegado aunque todavía molesto.
En ese momento se produjo una pausa en mi cerebro, como si este hubiera dejado de funcionar por unos instantes. Quería mediar palabra pero era incapaz ni tan siquiera de mover los labios. Tal vez por la amonestación tan poco esperada o ¿tal vez por todo lo que llevaba sobre las espaldas desde hacía ya algún tiempo?
-
Yo… - Mis labios comenzaron a
actuar con indecisión. En aquel momento tan incomodo, Yess me cortó.
-
¿No ve que no se encuentra bien,
profesor? ¡Está enferma! - Exclamó.
-
No le he pedido su opinión
señorita Díaz. En un futuro guárdese-la para usted. - Rancio como siempre y
como era de esperar.
-
¿Y bien, señorita Herrera? -
Continuó con su intimidación. - ¿Piensa salir a la pizarra?.
Mi cuerpo todavía bloqueado no era
capaz de mediar palabra. De mi garganta seca debido a los nervios no salía
vocablo alguno. Y mis ojos, ¿que decir de mis ojos?. Mis pobres ojos que ya se
estaban volviendo cristalinos, como tantas otras veces que había acabado
llorando.
En definitiva, no pude reaccionar.
-
Siéntese, señorita Herrera. -
Comentó el profesor con la mirada cabizbaja y colocándose bien sus gafas de
pasta.
En ese momento empecé a sentirme
algo mejor, a pesar de que sabía que todas las miradas de la clase estaban
clavadas en mi, aunque yo no podía levantar la mía. Sabía que Yess lo estaba
pasando casi tan mal como yo, y agradecía muchísimo que me hubiera defendido
ante el profesor, pero ésta era una situación que tenía que lidiar yo sola.
-
Señorita Herrera… - Exclamó el
profesor, pero esta vez con un tono mucho más suave. - Cuando acaben las
clases, me gustaría hablar con usted.
Yo ya no sabía que pensar.
Bastante tenía con lo que llevaba encima y con esperar a que fuera la hora de
salida, como para tener que quedarme más tiempo y encima tener que aguantar la
bronca del profesor.
Tal vez empezaba a sospechar que
me pasaba algo. Hasta el momento, ningún profesor me había hecho ningún
comentario. Se limitaban a suspenderme o bien a castigarme por falta de
atención. Pero este profesor también es mi tutor en el curso, quizás de ahí que
haga por interesarse más.
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