martes, 12 de septiembre de 2017

016 (II)



CAPITULO 2

Debía de ser martes, ya que el profesor de historia llevaba su camisa color salmón. Odiaba esa camisa… Nos estaba explicando no sé qué memeces sobre Alejandro Magno y yo solo tenía ganas de que acabaran las clases y poder por fin largarme de aquel antro.

Yess me estaba mirando, lo notaba, como compadeciéndose de mí. A decir verdad era mi única amiga, tanto dentro como fuera de la escuela. Nunca he tenido facilidad para hacer amigos.
De repente un grito atravesó el aula de punta a punta.

-       ¡Señorita Herrera! ¿Quiere hacer el favor de despertar? - Exclamó el profesor con una expresión de estar bastante enfadado. La vena de su frente parecía que le iba a reventar de un momento a otro. Litros y litros de sangre atravesaban esa vena por minuto y eso solo ocurría cuando se encontraba muy molesto.

De repente noté todos los ojos de la clase clavados en mí.

-       Ya que parece que se sabe tanto la lección, ¿Por qué no sale a la pizarra a leer un fragmento del libro? - Continuó en un tono algo más sosegado aunque todavía molesto.

En ese momento se produjo una pausa en mi cerebro, como si este hubiera dejado de funcionar por unos instantes. Quería mediar palabra pero era incapaz ni tan siquiera de mover los labios. Tal vez por la amonestación tan poco esperada o ¿tal vez por todo lo que llevaba sobre las espaldas desde hacía ya algún tiempo?

-       Yo… - Mis labios comenzaron a actuar con indecisión. En aquel momento tan incomodo, Yess me cortó.
-       ¿No ve que no se encuentra bien, profesor? ¡Está enferma! - Exclamó.
-       No le he pedido su opinión señorita Díaz. En un futuro guárdese-la para usted. - Rancio como siempre y como era de esperar.
-       ¿Y bien, señorita Herrera? - Continuó con su intimidación. - ¿Piensa salir a la pizarra?.

Mi cuerpo todavía bloqueado no era capaz de mediar palabra. De mi garganta seca debido a los nervios no salía vocablo alguno. Y mis ojos, ¿que decir de mis ojos?. Mis pobres ojos que ya se estaban volviendo cristalinos, como tantas otras veces que había acabado llorando.

En definitiva, no pude reaccionar.

-       Siéntese, señorita Herrera. - Comentó el profesor con la mirada cabizbaja y colocándose bien sus gafas de pasta.

En ese momento empecé a sentirme algo mejor, a pesar de que sabía que todas las miradas de la clase estaban clavadas en mi, aunque yo no podía levantar la mía. Sabía que Yess lo estaba pasando casi tan mal como yo, y agradecía muchísimo que me hubiera defendido ante el profesor, pero ésta era una situación que tenía que lidiar yo sola.

-       Señorita Herrera… - Exclamó el profesor, pero esta vez con un tono mucho más suave. - Cuando acaben las clases, me gustaría hablar con usted.

Yo ya no sabía que pensar. Bastante tenía con lo que llevaba encima y con esperar a que fuera la hora de salida, como para tener que quedarme más tiempo y encima tener que aguantar la bronca del profesor.

Tal vez empezaba a sospechar que me pasaba algo. Hasta el momento, ningún profesor me había hecho ningún comentario. Se limitaban a suspenderme o bien a castigarme por falta de atención. Pero este profesor también es mi tutor en el curso, quizás de ahí que haga por interesarse más.

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