domingo, 10 de septiembre de 2017

016 (I)


PROLOGO

Todo se oscurecía a mí alrededor. Si me pongo a pensar en ello creo que nunca me había fijado en la cantidad de polvo que tenía el suelo. No; la verdad es que nunca lo había visto tan de cerca.

Mi pobre cuerpo contusionado apenas era capaz de responder, y mis ojos llorosos únicamente eran capaces de ver cómo una vez más, mi madre sufría una nueva paliza a manos de su marido.

La impotencia y el no saber qué hacer del momento me reconcomían por dentro, de modo que lo que solía hacer en aquellas situaciones era simplemente esperar a que acabara todo. Como si de una película mala se tratara pero que tuviera que ver por obligación.

Sin saber el cómo ni por qué mis ojos comenzaron a cerrarse. Tal vez fue por el cansancio o bien por las magulladuras. No quiero. Grito un ¡no! Mentalmente pero acabo cerrando los ojos viendo como última escena a mi madre tumbada en el suelo, inerte.


CAPITULO 1

El sol brillaba en el cielo, a pesar de que el hombre del tiempo se empeñara en decir que tendríamos chubascos. Nada era distinto, un día normal, una ciudad normal, gente normal…
¡Qué asco! - Grité mentalmente.

Iba caminando hacia la escuela con tranquilidad, como si no tuviera hora de entrada o me importara un comino el llegar tarde (más bien esto último).

-       ¡Laura! - Escuché tras de mí.
-       ¿Por qué no te paras? Llevo medio kilómetro llamándote…
-       ¡Yess! -Exclamé girándome y fingiendo sorpresa. - Pues ni me he dado cuenta, estaba en mis cosas.

De repente Yess se me quedó mirando como si me estuviera creciendo un furúnculo en la cara. Por desgracia últimamente lo hacía mucho.

-       ¡¿Otra vez?! - Exclamó con un tono de enfado considerable.
-       Si… - Dije con voz baja y suspirando. No es que fuera fácil reconocer este tipo de cosas, al menos para mí no lo era.
-       Laura… - Dijo Yess con un tono casi suplicando. - Esto no puede seguir así.
-       ¡¿Y qué quieres que haga?! No puedes hacer nada, ¡nadie puede hacer nada!
-       Hay teléfonos y medios para hacer frente a esta clase de cosas.

El silencio nos invadió por unos instantes. Como si no existiera más gente a un kilómetro a la redonda, Yess y yo nos miramos durante unos segundos. Nos miramos hasta que no pude aguantar más. Las lágrimas se abrieron paso y acabé de rodillas, inundada en lágrimas, llorando como una niña pequeña.

Ya está, por favor… - Me suplicaba mi amiga mientras me abrazaba, intentando consolarme, intentando arrancar de cuajo aquel dolor que me estaba torturando tanto, pero yo lloraba más y más. Como si sintiera un dolor tan fuerte que fuera a hacer que me explotara el pecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario